Hace muchos, muchos años, convivían en el tiempo y el espacio numerosas almas singulares e incontables mundos diferentes. Simplificando, los más importantes eran dos: el mundo Espiritual, de Luz, y el Mundo Material.
En el Mundo Espiritual, las hadas y otros seres luminosos trabajaban y se esmeraban por mantener la paz, la felicidadd y la armonía en el otro Mundo. Era en este último donde convivían los seres humanos con los animales en equilibrio, respetando la naturaleza de cada uno y la de su entorno. Aquella era una época luminosa, agraddable y feliz.
Pero los hombres comenzaron a crecer en número, en arrogancia, codicia e intolerancia. Ese crecimiento fue insostenible y pronto empezaron a perder el equilibrio. El ambiente se volvió sombrío, descorazonador y, en poco tiempo, amenazante.
Primero los hombres se volvieron en contra de los animales, los cuales les perdieron todo el respeto y se refugiaron en los bosques, las selvas y las sabanas, aterrorizados. Luego las hadas y los seres luminosos se escaparon a otros Mundos, y desaparecieron para siempre de la vista de los hombres.
Algunas hadas intentaron mediar con los seres humanos, explicarles que perderían el contacto con la Luz y que enfermarían si seguían en esa dirección, pero éstos no quisieron escuchar y, cuando llegaron las pestes y la contaminación de los recursos naturales, poco tardaron en culparlas. Las persiguieron y les hicieron daño. Muchas también desaparecieron, y las pocas que quedaron jamás volvieron a ser vistas.
Pasaron los siglos, y aquellas hadas que se habían quedado en este mundo aún viven apartadas del contacto con los hombres. Lograron preservar un lago, esconderlo pese a los mapas, los radares, los GPS y los satélites, y su misión es protegerlo. Ningún ser humano había estado en aquel lugar único.
Hasta que un día una familia visitó el bosque donde se escondía el lago. Solía sucedder que la gente acudía a ese bosque sin peligro para las hadas, que revoloteaban expectantes, vigilando que nadie descubriera su secreto.
Pero aquella vez fue diferente. Tal vez aquella era la persona indicada, o el momento, el propicio, o bien se dio un conjunto de circunstacias especiales y únicas, pero lo que es cierto es que ocurrió.
Una niña, pequeña e inocente, siguiendo los pasos de un animalito, se fue adentrando en el bosque entre los árboles y las flores. Poco importó que fuera espesándose la maleza, llenándose de cañas y plantas espinosas, tejidas y entretejidas de reíces y ramas tupidas; nada importó que avanzar se conviertiera en una proeza casi imposible. La niña era tan pequeña, su cuerpecito tan menudo y su curiosidad tan grande, que fue venciendo todas las defensas hasta adentrarse de pleno en la orilla del lago. Su sorpresa fue comparable a las de las hadas, que, entre estupefactas y curisas, la observaron de pies a cabeza.
La niña era suficientemente lista como para entender que ese sitio era especial, que estaba muy alejado de los hombres, y que debía haber un motivo para ello. Pronto las hadas la rodearon, pero la pequeña, lejos de sentirse amenazada, se sintío en paz, como si las tuquesas aguas del lago la transportaran a un plano espiritual que más de un adulto no hubiera podido alcanzar.
Se dejo llevar, sumergirse, peinar, acunar... Se dejó mecer y susurrar en una lengua que no era la suya, pero que entendía con un conocimiento ancestral como se hablaran desde el alma misma.
Poco tardó en entenderlo todo. Comprendió, como en una visión global de su Mundo, la fragilidad del medio ambiente que, fuera de ese lugar casi mágico, se iba degradando aceleradamente hasta dejar de ser un sitio apto para la vida.
Y decidió que, pese a su corta edad, o justamente por eso mismo, debía actuar.
Prometió guardar el secreto del Lago Escondido, y dedicarse a recuperar otros lagos como aquel, otros bosques, otros paisajes naturales.
La niña regresó junto a sus padres, que la buscaban desesperadamente, llenos de culpa por no haberle prestado atención en el momento de su aventura y que, felices de tenerla de nuevo consigo sana y salva, poco preguntaron. Su secreto seguía intacto.
Desde entonces, la que fuera aquella niña lucha por recuperar entornos naturales; limpiar océanos, cuidar de especies en peligro de extinción; potabilizar el agua; encontrar nuevos recursos energéticos sostenibles; revertir la pobreza de tantisima gente.
Ahora trabaja, crea, estudia y enseña cómo recuperar ek equilibrio natural, como hacer más sostenible y la relación del hombre con su entorno, con los animales y consigo mismo.
Y desde aquel encuentro fortuito, cada vez que siente desfallecer sus fuerza, desaparece para ir al Lago Escondido junto a sus hadas y llenarse de energía con el fin de seguir trabajando por el momento en el que el Mundo esté listo para volver a creer en las hadas.
Miriam Lask