Cuentan que en un recóndito país habitaba un hada llamada Luzi que tenía luz en su mirada y que con ella podía hechizar a todo aquel que se le antoja se. Su aura tenía mucho poder; sin embargo, no solía utilizarlo en contra de nadie.
Sentada sobre la hierba le gustaba observar las gotitas de rocío que resbalaban de los pétalos de las flores. Le encantaba embelesarse con pequeñas cosas. También observar las nubes pasar por el cielo, notar la hojarasca crujir o el frescor de la hierba en sus pies desnudos mientras caminaba. Había miles de cosas pequeñas que le hacían dichosa; de hecho, era muy feliz. No dejaba de sonreír siempre a todo el mundo, sus ojos eran como dos luceros que contagian bienestar a los que alcanzaba con su mirada. Todos se preguntaban cuál sería la causa de tanta felicidad, pero ella no sabía qué contestar cuando le preguntaban. Muchos habitantes del bosque lo envidiaban secretamente, sobre todo los elfos más gruñones, quienes no conseguían nunca salir de su enfado.
-Será el amor tú secreto, ¿Luzi, te has enamorado? ¿Tienes algún enamorado escondido y no nos has contado nada? -le preguntaban sus amigas las hadas.
-No me he enamorado de nadie, no existe tal persona que me haga feliz -les respondía Luzi.
-Debe de haber algún motivo oculto por el que tus ojos siempre sonríen de esa manera tan hechizante -lr dijo un gnomo diminuto, enfadado. Era un gnomo muy impaciente que la perseguía secretamente a todas las partes para ver qué caray hacía para ser tan feliz.-No hay ningún secreto -les dijo a todos un día -. Amigos y amigas del bosque, no tengo ningún ritual de felicidad, no hago nada especial para ser feliz, solamente disfruto de todas las pequeñas cosas, por insignificantes que puedan parecer, eso es todo.
"Pero dejadme reflexionar....
Luzi se quedó pensativa y, al cabo de un rato, exclamó:
-Yo creo que son dos secretos que pueden ayudar a que uno sea feliz. El primero es saber olvidar, no tener presente ninguna ofensa, no ser rencoroso. Yo suelo olvidar rápidamente si alguien me dice o hace algo que no me gusta o que me ofende, no le doy importancia y pienso, en su lugar, las cosas bonitas que me rodean. El segundo consistiría en agradecer todo lo que ocurre, porque siempre hay algún motivo por el que las cosas suceden.
Luzi se dirigió a su casa dejando a todos sus amigos del bosque muy pensativos con los dos secretos de la felicidad que les había revelado. Ya en el camino se fijó en un cartel que anunciaba una carrera de vuelo. Le encantó la idea y decidió participar.
En los días siguientes practicó para la carrera, pero cada vez que alguien se paraba a observarla, la animaba diciendo que era la mejor y que iba a ganar la prueba. Aquel día unos elfos la acompañaron durante todo el entrenamiento y le dijeron que ella no necesitaba entrenar porque, de todas formas, ganaría la competición. Tanto se lo dijeron que al final Luzi se creyó la mejor y, segura de que podía ganar sin esfuerzo, decidió quedarse en casa y pasar el día tranquila en lugar de hacer prácticas de vuelo. Al día siguiente, en la carrera, estaba segura de que ganaría.
Al llegar a la confluencia del bosque donde empezaba el recorrido, vio llegar a muchas hadas encantadoras que también participaban en la carrera, se las veía en perfecta forma con sus alas resplandecientes al viento. Al ver la fuerte competencia se puso un poco nerviosa pero, aún así, le habían hecho creer tanto que era la mejor que seguía estando segura de su victoria.
Así las cosas, dio comienzo la competición. Todas las hadas salieron veloces como el viento, pero Luzi enseguida destacó del resto.
-Ánimo, Luzi, eres grande, vas a ganar -gritaban sus amigos los elfos y también los duendes y las hadas que la daban como favorita.
Cuando se acercaba a la meta llevaba ya mucha ventaja a sus competidoras; sabía en su interior que ganaría. De repente, a pocos metros de la meta, las alas le estallaron en mil pedazos. Conforme se iban rasgando fue perdiendo altitud hasta que quedaron hechas añicos. Luzi no sabía qué sucedía, hadas de mil formas y colores empezaron a adelantarla por todos los flancos. Intentó remontar el vuelo, pero no pudo. Al final, como era de esperar, perdió la carrera. Aquélla fue la primera vez que se apoderó de ella un sentimiento distinto a los de siempre: la tristeza.¿Qué le había pasado? ¿Por qué se le habían roto las alas?, Se preguntaba. Quizás si obtenía una respuesta a lo sucedido, desaparecía esa rara y desconocida sensación. Se alejó llorando hacia su casa, notando por primera vez las lágrimas brotar de sus ojos y caer por sus mejillas. Los elfos, incluso los más gruñones, duendes, gnomos y el resto de las hadas acudieron a consolarla, nunca la habían visto así.
-Si pudiese averiguar el motivo quizá no vuelva a sucederme y no me sentiré triste jamás -dijo Luzi desconsolada a sus amigos del bosque.
Elfos y hadas intentaron ayudarla para averiguar lo ocurrido. Pensaron en todo lo que Luzi les había explicado sobre cómo conseguir la felicidad. No había que guardar rencores y también agradecer todo cuanto acontece porque siempre hay algún motivo por el que las cosas suceden.
¿Por qué se le habían roto las alas?
-El orgullo siempre precede a la caída, le oí decir un día a un hada sabia - exclamó uno de los elfos.
-Seguramente al oír tantas alabanzas di por hecho que ganaría a mis compañeras -razonó Luzi aún con lágrimas en los ojos.
-Ahora que ya lo sabes, Luzi, aplica tu segundo secreto, olvida rápidamente y no le des más importancia, piensa en su lugar en todas las cosas bellas que te rodean - le dijo un hada amiga suya.
-Si todo tiene un motivo, la tristeza también debe tenerlo, piénsalo Luzi, quizá, a fin de cuentas, no sea tan malo sentirse tristeza veces -le dijo otro duende.
Así, con esta pequeña ayuda de sus amigos del bosque, Luzi experimentó en su propia piel que nada es tan importante, que todo cuando sucede tiene un por qué y qué lo mejor para ser feliz es saber olvidar y seguir gozando de las pequeñas cosas del camino.
Maite Bayona y Mara García
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